Cioran: La fe en el cianuro (por Montserrat Álvarez, ABC/Paraguay)

19 DE ENERO DE 2014 | «NO SE PUEDE DECIR NADA DE NADA».

«Creo en la salvación de la humanidad, en el porvenir del cianuro» E. M. Cioran

Por Montserrat Álvarez

LO PROFUNDO DE LAS SUPERFICIES: EL ESTILO

«¿Por qué no podemos permanecer encerrados en nosotros mismos? ¿Por qué buscamos la expresión y la forma…? ¿No sería más fecundo abandonarnos a nuestra fluidez interior, sin ningún afán de objetivación…?», se preguntaba en ese primer libro publicado ahora, en el 2014, hace exactamente ochenta años, en aquella pública objetivación de su subjetividad titulada En las cimas de la desesperación (1934), concreción exteriorizada e impresa de su fluidez interior, libro acerca del suicidio que le ahorró suicidarse y al cual, pues, sobrevivió –si bien ya todos sus libros le sobreviven para siempre– Emil Cioran, ese pensador nacido en un condado transilvano como un lívido y amargo vampiro de «cine B», en la hoy rumana y antes húngara ciudad de Rasinari, y reintegrado 84 años después a la nada de la que todo viene y en la que todo se resuelve, a esa Nada que fue quizá lo único en lo que logró creer (pero creer en la Nada, ¿es creer realmente en algo?).

Savater se sorprendía de que, siendo la única obsesión de Cioran la vanidad de todo cuanto existe, no se hubiera cansado de escribirla en todas las formas posibles ni nos hubiéramos cansado los demás de leerlas; para hacer esto, decía Savater, «hay que ser un estilista del mayor calibre».

Ciertamente que sí, si entendemos por estilo no solo la capacidad de evitar aliteraciones, rimas internas próximas, cacofonías y hiatos (aunque también, por supuesto), sino además un modo peculiar, propio, de darse la verdad en la palabra. Porque Cioran tiene estilo, uno no hace a un lado sus libros una vez leídos como si ya hubiera comprendido todo. Uno guarda sus frases, pues ese darse de la verdad en la palabra es al mismo tiempo siempre un sustraerse, algo que se muestra y que se hurta, que se obsequia y se escatima, que se ofrece a la luz de la mirada y se repliega sobre sí en el silencio y lo obscuro –misterio y revelación, pues, de la palabra, dualidad que recuerda a la de aquel que «sabe demasiado» y que por eso mismo no lo dice todo: la revelación está en lo que la palabra dice, pero lo inagotable es lo que calla–. Cioran aparece en general como un gran inapetente de la vida, y por eso su discurso es el que está más próximo, dentro de lo que cabe, al silencio… [+]

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