Séptimo Día/La Tarde – Pereira, Colombia, Domingo 10 de Noviembre de 2022
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A las tres de la mañana la vigilia constante aún lo acompaña. En una habitación para estudiantes de la Sorbona, en la que vivió becado hasta los 40 años, un pensador le da vida a sus ideas, a sus debates, a sus búsquedas. Entre el insomnio y la lucidez, dos estados que siempre le acompañaron, con el vértigo que el mejor de los pintores pudo tener ante el abismo que separa el pincel de su primer lienzo, Cioran, en medio de la tenue luz y el silencio reflexivo que trae la madrugada, se arroja a escribir en francés, una lengua que le es ajena y en la que siempre se sintió incómodo, un idioma extranjero que le infundió una inseparable nostalgia respecto a su lengua natal proveniente de ese pequeño rincón de Europa que fue la Rumania de sus primeros años.
Al escribir sobre su insomnio, el cual comparó a tormento constante, escribe como si se refiriera a otro: “Un profesor de un país del este de Europa me cuenta que su madre, una campesina, se sorprendió mucho cuando supo que él padecía de insomnio. Ella, cuando no podía dormir, sólo tenía que imaginarse un vasto campo de trigo ondulado por el viento y de inmediato se dormía”.
Quizás todos hayamos experimentado esa sensación de paraíso perdido cuando pensamos en nuestra niñez, ese lugar en el cual buscar la verdad o la fortuna no importaba tanto como la aventura, el riesgo y el atrevimiento de sentirnos dueños de nuestro propio destino, Cioran nunca fue ajeno a ello “Daría todos los países del mundo por el de mi infancia” dijo en una de las tantas confesiones que compartió a lo largo de los años, hasta abandonar su buhardilla para ser internado por alzhéimer en un hospital de Paris, en el cual finalmente cerraría los ojos a un placentero sueño, al inevitable y sólido sueño que le llegaría a sus 84 años, en esa última noche de 1995.
A propósito de la conmemoración por su centenario, como también el oportuno VI encuentro que el grupo de investigación de filosofía contemporánea de la Universidad Tecnológica de Pereira organizó la semana pasada, entre el 31 de octubre y el 5 de noviembre, para hablar de Emil Cioran, LaTarde expone en este artículo la vida del pensador que dedicó su vida a descubrir las razones y pasiones que atraviesan y definen nuestro modo de ser en el mundo contemporáneo.
No solamente la erudición sino también la profundidad es lo que caracteriza a un buen escritor, si es que desempeñarse en este oficio no supone ya cierta rigurosa vocación en el ámbito, y si llamar a alguien “mal escritor” no es una contradicción en los términos. Se es escritor, en el justo sentido, o no se es, así muchos libros corran el riesgo de ser destazados. Recuerdo que Oscar Wilde dijo que no había libros moralmente buenos ni malos, sino libros bien o mal escritos.
Aclarado ya en que lado podemos ubicar a Cioran se nos presenta una primera dificultad para comprenderlo y es que él nunca se consideró un escritor, más bien se describió como un hombre fragmentado, adelantándose a la respuesta de la pregunta que después propondría Eduardo Galeano “¿Para qué escribe uno, si no es para juntar sus pedazos?”.
La palabra es un instrumento posibilitador y germinante, un arma crítica al mismo tiempo que sensible ante la sociedad y la condición humana en general.A partir de libros como “Ejercicios de admiración”, “La tentación de existir”, “El libro de las quimeras” y “Silogismos de la amargura”, por mencionar sólo algunos de su vasta obra, y a pesar del placer que le infundieron el anonimato y la soledad, este filósofo rumano logró–involuntariamente- seducir a lo largo de los añostanto a lectores expertos como a no especializados. Podría decirse que sus escritos son un espejo del alma que los lee; aquel que busque un cambio y un despertar de conciencia se sentirá impetuoso, por el contrario, el apesadumbrado al leerlos confirmara su condición.
“Armarse de paciencia, ¡qué frase tan cabal! La paciencia es, efectivamente, un arma y nada puede hacerse contra quien sabe proveerse de ella. De las virtudes, es la que más falta me hace. Sin ella, estamos indefectiblemente al albur del capricho o de la desesperación”. La anterior es una de las reflexiones plasmadas por este pensador, cuyas palabras siguen siendo tan actuales, potenciadoras y necesarias como las de cualquier intelectual de nuestros días.
Con su estilo atrevido, revelador e inseparablemente poético, afirmó “Siempre he vivido en contradicciones y nunca he sufrido” debido a que la mayoría de las cosas por las cuales los seres humanos se regocijan por conseguir, o sufren al no alcanzar, son cosas que sin carecer de sentido-el término “sinsentido” le molestaba un poco- resultan innecesarias para la búsqueda y la afirmación de la libertad. Expone incluso cómo este fértil poder contradictorio se ve reflejado en nuestro proceso histórico, al respecto escribió “En Oriente, los pensadores occidentales más curiosos, más extraños, nunca hubiesen sido tomados en serio a causa de sus contradicciones. Para nosotros es justamente en ellas donde reside la razón del interés que nos despiertan. Más que el pensamiento, nos gustan las peripecias, la biografía de un pensamiento… Nos gustan, en suma, los espíritus que, no sabiendo cómo ponerse en regla con los demás y mucho menos consigo mismos, trampean tanto por capricho como por fatalidad. ¿Su marca distintiva? Un poco de engaño en lo trágico, una pizca de juego hasta en lo incurable”.
La búsqueda de la libertad siempre tendrá, para el filósofo, una carga de lucha personal, como si constantemente habitáramos la misma piel con nuestro opuesto, quizá por esto la frase con tono de advertencia “Uno no se libera jamás de uno mismo”.
Emil Cioran nos invita a volver la mirada hacia adentro de nosotros y no hacia afuera como acostumbramos a identificar los problemas y a buscar una posibilidad, una reflexión propia, la alternativa para un cambio. Siempre escurridizo a los limitantes títulos intelectuales, fue considerado un “nihilista” o un “pesimista” que son las corrientes con las cuales muchos filósofos clasifican a los pensadores indómitos, sin embargo-y el comentario es del poeta Mario Benedetti-diríamos que Cioran no fue un pesimista, sino que fue mas bien “Un realista bien informado”. Prueba de su amor y su fuerza afirmativa, en un mundo en apariencia desencantado, es la siguiente reflexión que nos dejó: “La vida es realmente interesante y atractiva… Y, a este respecto, yo doy siempre este ejemplo: uno puede dudar absolutamente de todo, afirmarse como un nihilista, y sin embargo caer enamorado como el más grande de los idiotas… Uno sufre, uno se ríe de sus sufrimientos, uno hace lo que quiere, pero esta contradicción fundamental es quizá finalmente lo que hace que la vida valga aún la pena de ser vivida…”.
También habló de los -pocos-personajes por los cuales sintió admiración. En una entrevista dijo de Jorge Luis Borges que le interesaba porque representaba “…Un espécimen de la humanidad en vías de desaparición, porque encarna la paradoja de un sedentario sin patria intelectual, de un aventurero inmóvil que se encuentra a gusto en varias civilizaciones y en varias literaturas”.
Ninguna palabra puede agotar la descripción de su pensamiento y la muerte para este escritor no es más que un ciclo en la vida que continúa latiendo en sus textos. Si alguna semilla de curiosidad queda tras recorrer estaspalabras, los invito a leer sus libros, a buscarlos, conocerlos, compartirlos, a estar o no de acuerdo, a tener algo para decir.
Publicada por María Paz Gómez Gaviria especial para latarde