“La melancolía, una pasión inútil” (Francisco Ferrández)

Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, 2007, vol. XXVII, n.º 99, pp. 169-184.

RESUMEN: En el presente artículo se analiza si existe una utilidad subjetiva del síntoma melancólico y qué tipo de expresiones, psicopatológicas o no, se pueden derivar de él. PALABRAS CLAVE: Depresión, genio, melancolía.

SUMMARY: This article analyzes if there is an usefulness of melancholic symptom and which kind of expressions, either psychopatological or not, can come from it.
KEY WORDS: Depression, genius, melancholy

1. Justificación

Sombras

La melancolía es, al menos, un problema clínico, nosográfico, histórico, filosófico, artístico y cultural, si es que cabe la separación entre estos diversos frentes. Su historia es la de la psiquiatría misma, y su estudio, el del dolor que acarrea la propia condición humana. Desde una perspectiva como ésta no extrañarán las dificultades que han acompañado siempre a cuantos han enfrentado la tarea ya de su descripción, ya de su explicación desde las ciencias de la naturaleza o del espíritu. Se atenderá aquí, entonces, más a sus ambigüedades que a los logros obtenidos en su conocimiento, y acaso no será un error considerar la zozobra que envuelve estas páginas un efecto más de la cualidad turbadora, escurridiza y límite de la melancolía, de su capacidad para confundir y subvertir, cuando no de aterrar, en el sentido de un horror atávico y cerval, tanto como en el de un echar por tierra cualquier tentativa de acercarse a sus misterios.

La sombra de la melancolía cae así sobre sí misma, haciendo que el objeto de nuestro estudio se desvanezca ante nuestros ojos, perdido en una inquietante penumbra semántica y filosófica, antes incluso que nosográfica. Hay una tristeza del pueblo y una tristeza de los filósofos, y dentro aún de ésta, una tristeza como ametría, como desviación del término medio, y otra consustancial al hombre de genio. Hay una melancolía que es sinónimo vago de locura y toda una serie de intentos de cernirla: de Areteo de Capadocia a J. P. Falret, de Hipócrates a la neurofisiología.

No tarda en aparecer ante nosotros una segunda sombra: la de la propia melancolía abatiéndose sobre cualquier teoría del sujeto. Toda indagación en este sentido habría de vérselas en primera instancia con un sujeto natural, que para Hipócrates es espejo del macrocosmos, cuya pesadumbre es fruto de la discrasia humoral y por cuyas venas fluye una sangre enturbiada por efecto de la atrabilis. Pero también debería lidiar con un sujeto moral, con un sujeto del conocimiento –antes y después de Descartes–. Y plantear, en cada caso, los interrogantes a que aboca la experiencia melancólica, que se adivina ya, tras sus muy diversas máscaras, como una pasión universal.

Luces

Aunque no sea nuestra intención abordar una polémica que se dilata por siglos, nos enfrentamos a la tarea inexcusable de definir nuestro objeto de estudio. Un esquema general podría ser el siguiente: cuanto aquí se diga de la melancolía apuntará, por un lado, a una disposición psíquica especial, que se ha querido hermana del arte y de la locura, y que entenderemos en su sentido más extendido de tristeza profunda. Por otro lado, tendrá que ver con el vasto espectro de lo depresivo, con la melancolía entendida como crisis, experiencia que utilizaremos a modo de palmatoria para conducirnos por las sombras de sus relaciones con el deseo y la psicosis, lugar este último donde quizá con excesiva valentía se la sitúa con frecuencia.

Partiremos para ello de una concepción positiva del síntoma, del convencimiento de que éste lleva a cabo una función que emanará precisamente de un compromiso y un trabajo subjetivos. Con la vista puesta en la utilidad para el sujeto, dudaremos que exista efectivamente esta tarea en la melancolía, aun dejando abierta la posibilidad de contradecirnos una y mil veces, comenzando por el título mismo de nuestra propuesta: lo inútil que aquel trabajo pueda resultar. La paradoja, llevada al extremo, nos mostrará al melancólico, al inútil, como la potencia de toda creación, sintomática, artística y cultural. Llegado ese punto, hablaremos de genio y revolución y, caída sobre nosotros la sombra de nuestro objeto de estudio, acabaremos por llevarnos de nuevo la contraria y sumirnos en una apenas remozada oscuridad… [PDF]

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